PHOTOGRAFÍA POR ELISA LONERGAN
A través de mis veintidós años de existencia, he notado que la vida en sí es como el mercado de valores. Hay subidas, hay bajadas, y hay momentos de “¡Que carajos!”. Momentos que te dejan sin aliento y mirando a la pared tratando de entender cómo y cuándo la vida decidió que ya era hora de hacerte muy humilde rápidamente. En mi caso, esto generalmente significa que estoy enferma, y/o algún aspecto médico de mi vida, porque sinceramente, comparado con eso, todo lo demás es coser y cantar. Aquí les voy a mostrar como he sobrevivido esos momentos, de forma más o menos exitosa.
1. Busca tu momento Seinfield.
Mi sugerencia es que tú siempre debes tener algo que desees. Nada grande, sino algo pequeño que debe suceder. Es lo tuyo. Tu momento especial en el día. Por ejemplo, durante mis muchas hospitalizaciones siendo niña, yo anhelaba una galleta de chispas de chocolate de Subway, que alguien, generalmente algún visitante, le llevaría a un niño enfermo. Escríbelo, eso nunca fallaba. Siempre había alguien que quería hacer mi vida un poco más dulce y vaya que lo lograba. Aunque su presencia no siempre era bienvenida, la galleta sí que lo era. Ahora, aquí esta la parte difícil. A veces te quitan esta cosa a la que te aferras tan fuertemente. Tienes dos opciones, perder la cabeza o buscarte otro premio. Que es lo que yo tuve que hacer durante una de mis visitas al hospital, cuando el doctor declaró que la lactosa (léase galletitas de chispas de chocolate), retrasarían el proceso de mi curación. Después de deprimirme por un muy largo día, noté que alrededor de las 8:00 pm, siempre había un rato de paz, cuando las enfermeras cambiaban turno. No había nadie que me hurgara, pinchara o sacudiera y yo podía tener un momento de paz y quietud por una hora diaria. Mi papá y yo comenzamos a ver Seinfield religiosamente todos los días en aquel momento. Después de un rato, él comenzó a traerme a escondidas un trozo de galleta de chispas de chocolate de ve en cuando. ¡Dios, soy la consentida de papá!
2. Busca un poco de sentido del humor.
Esto me recuerda a mi hermano. Cuando mi hermano la embarra y es confrontado, se pone muy nervioso y comienza a sonreír o a reírse descontroladamente. Aunque esto me vuelve loca también me recuerda que la vida puede ser tan jodidamente retorcida, que tienes que reírte para no llorar, porque es tan increíble. Así que, de alguna manera, tienes que reírte de tus infortunios.
Hora de un cuento. Había una vez una adorable niñita con trenzas y ruedas chillonas que fue a visitar a sus cariñosos abuelitos. Ellos tenían una granja… supongo, y recientemente habían adquirido una bandada de pavos reales que mantenían cerca de su linda casita. Abuelito hizo un angosto sendero para su adorable nietecita, pero aún no estaba terminado. Así que le dijeron que no fuese a ver a los pavos reales sin compañía. Ella no prestó atención y lo hizo. Simplemente no podía esperar, quería ver las majestuosas plumas y colores de estas criaturas. Además, ella ya estaba grande y podía cuidarse sola. Para hacer el cuento corto, la cabroncita se volcó mientras salía decepcionada de ver a los pavos reales. Conste que los pavos reales eran hembras, lo que significa que no eran para nada llamativos. No merecían hacer el accidentado paseo. No es para echar a perder la sorpresa, pero la dulce niñita era yo, y mientras estaba tendida de lado en el suelo, todo lo que pensaba era “Mierda, estoy en problemas, y ni siquiera valió la pena”. Cuando cuatro gallinas pasaron a pulgadas de mi cara (creo que, por eso, ahora odio las aves), grité llamando a mi papá. Sin embargo, fue mi primito quien salió y tranquilamente me preguntó qué estaba haciendo en el suelo. Soy tan idiota que me tomé la molestia de contarle toda la historia. Ten en cuenta que probablemente él aún estaba en pañales para entonces. Yo ni siquiera estaba asustada. Todo lo que podía hacer era reírme de mí misma y de lo ridículo que era haberme metido en tremendo problema, y haber terminado en el suelo con un bebe y unas estúpidas aves.
Lo gracioso es que la segunda vez que me volqué de lado jugando fútbol con una pelota de básquet (Yo era ambiciosa) la mierdita esa estaba allí para salvarme de nuevo.
Lo que intento decir es que debes enfrentar situaciones atemorizantes y encontrar lo trivial de ellas, sin importar qué tan jodidas sean.
3. Recuérdate que la frase “Podría ser peor” aplica para todos.
Este es un asunto muy sensible sobre lo cual escribir y no sé si tengo el suficiente conocimiento para escribir sobre ello, pero aquí voy. básicamente, siempre hay algún pobre HDP en el hospital al que leva peor que a ti. Así, que siempre recuérdate a ti mismo, que podría ser peor. Coño, podrías estar muerto, pero no lo estás, así que agárrate a esa mierda si tienes que hacerlo. Se admite que la hierba siempre es más verde del otro lado. No te preocupes porque los momentos difíciles te recordarán que de hecho estás bien.
He tenido un par de cirugías bastante malas. Comenzaron a la edad de diez años y tuve que pasar por una cada año hasta los quince. Después de varias cirugías, mi centro de gravedad cambiaba, porque mi columna crecía una pulgada mas o menos. Debido a esto, tenía que ir a rehabilitación después de mis cirugías. Yo fui una enojada chica de quince que perdió su capacidad de tragar. Resulta que nadie previó eso. En mi mente, mi última cirugía iba a ser perfecta, yo terminaría siendo casi normal, sin chaleco, ni heridas sólo una espalda recta y una chica hermosa con lindos vestidos… No estoy diciendo que no sucediera… sólo que hubo un precio inesperado a pagar. No pude comer alimentos sólidos por un año y medio, pero en ese momento pensé que no podría volver a hacerlo en absoluto. Así que te puedes imaginar lo absolutamente desencantada que yo estaba de la vida en general. Recuerdo que me despertaba cada día mirando las falsas nubes que habían pintado en mi techo (Entre tu y yo, las consideraba muy insultantes). Había algo acerca del tono azul vibrante que cubría el pomo de la puerta, que me daban nauseas cada vez que se movía, que hasta el día de hoy me repugna ese tono de azul. In embargo, una mañana en particular, el pomo de la puerta se movió porque la enfermera iba a anunciarnos que sería cambiada a otra habitación…. Adiós, nubes burlonas. Cuando llegué a mi nueva habitación no sólo noté que el techo tenía cohetes, sino también que tenía una compañera de cuarto, su nombre era Ángel. No podía hablar ni moverse mucho. Estaba sola la mayor parte del tiempo, pero las enfermeras tenían un apego especial con Ángel, que me hacía pensar que llevaba allí bastante tiempo. Yo tenía quince años y no quería entrometerme, pero tampoco tenía que hacerlo, mi mamá lo haría por mí.
Resulta que Ángel era la hija de una madre soltera con siete hijos. Así que su mamá sólo podía verla por aproximadamente una hora al día. Ángel era la mayor, así que no tenía hermanos que pudieran acompañarla en este pesado momento degradante de su vida. La razón por la que ella aún estaba allí la desconozco, pero como dije, cada enfermera conocía su historia y su rutina diaria como la palma de su mano. Mi punto es que yo no hubiese podido pasar por la mitad de las vainas que han sucedido en mi vida si no contara con el apoyo de mi gran familia. Cuando eres discapacitada es difícil confiar en extraños aun cuando realmente a veces no puedas escoger. Ángel tenía nueve años y estaba logrando esto que yo, una mujer discapacitada de veintidós años apenas comienza a hacer. Pongamos la guinda en el pastel, ella ni siquiera podía articular lo que quería y las enfermeras siempre tenían que adivinarlo. Admiro a esta mujer. Ella me ayudó a soportar el momento más difícil de mi vida porque era una verdadera dura y lo podías ver en sus ojos, ella sabía que podía ser peor, así que disfrutaba cada momento del día e intencionalmente les hacía la vida muy difícil a las enfermeras … Y reía cada vez que lo hacía.
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