Sé que ha pasado un buen rato, y por eso, pido disculpas. Mi descanso de una semana se convirtió en un descanso de dos semanas, que luego pasó a ser un descanso de “Coño, estoy enferma”. Si me preguntas, mi cuerpo estaba rechazando el tiempo de relajación. Pobre de mí, he regresado y más sarcástica que nunca. Cuando sorbía mi nariz de Rodolfo el reno, que no puedo limpiar, comencé a preocuparme del hecho de que de hecho estaba enferma. Que conste que me tomó dos días de estar enferma para aceptar que lo estaba. La debacle es el origen de este artículo. Trataré de dibujar el tira y encoge que sucede cuando estoy tratando de aceptar que estoy enferma.
Como debes haber leído en mis entradas anteriores, tener la gripe o moquear, si quieres, puede terminar en un viaje de tres semanas, sin gastos pagos, al hospital de tu preferencia, principalmente a causa de las pseudomonas y la neumonía. Por lo cual, es que tú no puedes culparme cuando tengo un lamentable debate de dos días conmigo misma sobre si debo o no decirle a mi madre que mi garganta se siente áspera. Si así es como suele comenzar, la garganta jodida y yo justificando que ronqué demasiado anoche y eso irritó mi garganta (No, yo no ronco). No es hasta que bebo un galón de agua (es una metáfora) sin signos de mejorar que reúno fuerzas para murmurar las palabras “Me duele la garganta”. Lo cual hace que mi mamá me obliga verbalmente a acostarme (porque enfrentémoslo, yo no puedo ir a ninguna parte). Entonces ella raspa el fondo de mi garganta con un hisopo largo y grande impregnado de Listerine para ver si hasta ahí llega la cosa. Aparentemente, ¿tiene algo que ver con el balance del PH? Diablos, ¿qué se yo? Este procedimiento usualmente termina siendo suficiente y mi garganta pronto está bien. Sin embargo, este no fue el caso esta vez y pronto me comenzó a darme cosquillas en el pecho, el malvado duendecillo que vive dentro de todos nosotros. Aunque intenté lo más fuerte que pude no dejar salir ni una pequeñita tos. Haciendo que quienquiera que estuviera conmigo volteara la cabeza con temor, como ese ridículamente dramático meme de la ardilla. Esto generalmente lleva a analizar el pañuelo. Sabes, cuando estás enferma, el color de la flema generalmente dice cuan enferma estás. Lo que significa que paso un largo rato mirando los pañuelos, tratando de descifrar el color, tono e intensidad, además de formular variables que afectan el moco en cuestión. Mi papá y yo somos conocidos por tener largas conversaciones acerca de esto. Debatiendo la consistencia, la elasticidad, etc… Siii, esto es lo es que mi vida cuando estoy enferma. Asunto sexy, ¿eh?
Ni me nombres las máquinas. Hay tantas máquinas. Primero, está el nebulizador, luego el respirador BiPAP, por lo general seguido de la máquina de terapia física succionadora y por último, pero no menos importante la máquina para asistir en la tos. Ya que tuve que pagar con un brazo y una pierna para adquirir estas máquinas, he tenido que usarlas por mucho, mucho tiempo. Por lo tanto, son enormes y muy ruidosas y por lo general, tengo que usarlas todas juntas, lo que solo aumenta la molestia. Podría seguir por horas hablando de mis experiencias cuando me enfermo, pero realmente no quiero hacerlo. ¿Por qué? Porque adivina que…. Aún estoy enferma.
Gracias por otro excelente artículo!